sábado, 2 de julio de 2011

Capítulo 9.

Claire nos está esperando en mi patio, media hora después, con expresión enfadada. A su lado, Leslie, que ya ha vuelto de hacer compras, se acicala. Es parecida a Alice, pero en menor grado, aunque la supera un año en edad. Lleva puesta una minifalda y una camisa con un hombro al aire. Su cabellera dorada oscura, cada día peinada de diferente modo, hoy está rizada. El pasado domingo la recuerdo totalmente lisa, y con flequillo. Pero en su rostro solo es apreciable un poco de rímel y brillo de labios (bueno, quizá también algo de colorete), lo que, por decirlo de alguna manera, me tranquiliza.
-¡Hola! -nos saluda.
-¿No podíais tardar un poco más, verdad? -bromea Claire.
Salimos por otra puerta aún más pesada que da a cuatro calles en forma de cruz, el único punto de encuentro de los diez bloques que lo rodean.
En el centro diviso a algunos compañeros (¿puede que amigos?). Unos pocos nos saludan con la mano.
-Creo que me han mirado, ¿los habéis visto? -murmura Leslie.
-Claro -respondo, dándole la razón, aunque no tengo ni idea de si han posado siquiera la vista en ella.
-¿Solo a ti? -dice Claire.
Entre mis amigas de calle (Alice, Leslie, Claire, Rose y yo, el "grupo magnánimo", como nos he apodado), yo hago de graciosa, sí, pero también de consejera. Soy como un "pequeño Yoda". A veces hasta hablo al revés. Bueno, pues aquí mi papel es ayudar a diestra y siniestra a mejorar su vida, y esto puede llegar a ser realmente complicado. Normalmente, entre nosotras suele haber problemas, pero ellas se encargan de empeorarlos, y yo de resolverlos. La vida es dura. Y una de las cosas que más me estresan es que jamás me echan cuenta, luego cometen errores y me dicen: <<¡tenías razón, Anne!>>. Y yo hago como si no me inmutara, porque, al fin y al cabo, también yo podría haberme equivocado. Nadie es perfecto.
Mas, observa lo deprimente de la situación, les he dicho a todas como un millón de veces que no se critiquen, ni se insulten, ni nada por el estilo.
Ni caso.
Oídos sordos.
Y así les va.
Le pego un codazo a Claire, que protesta, pero me entiende. Sabe lo que quiero decir.
-Sí, a mí -repite Leslie.
-Me alegro -agrega Rose.
-Claire, ¡mira la foto de Justin Bieber que tengo en el móvil!
-Puaj -decimos Rose y yo a la vez.
Leslie y su seguidora se enfrascan en el "maravilloso" mundo de los móviles, incomprensible para mí.
Me quedo a solas con la más baja del grupo.
-Eh -la llamo-, cuenta.
-¿El qué?
-Lo realmente interesante que según tú te ha pasado -la apremio.
-¡Oh! Verás... no sé si te va a molestar.
-¿Por? -pregunto, haciéndole señas para que se siente junto a mí en el bordillo de mi jardín.
-Bueno... es sobre...
-Jack. ¿Me equivoco?
Niega con la cabeza.
Resulta que a Rose y a mí nos había gustado el mismo chico a principios de verano. Pero lo suyo fue un capricho, y lo mío es de verdad. Lo cual debería ser bueno, porque era un grave inconveniente que ellos dos fueran vecinos y amigos y que yo estuviera apartada.
Mi corazón se encoge, percibo el peligro a que Rose no haya olvidado todos sus sentimientos hacia Jack.
-¿De verdad quieres que te lo cuente?
-Sí.
Calla un segundo, y forma con los labios una fina línea de indecisión.
-No me voy a enfadar, te lo prometo -repito.
-Mmh... está bien -dice, sonriente.
En ocasiones me parece que todas aquí somos un poco bipolares.
-Dispara.
-Resulta que... el otro día que bajé, el sábado, me dirigía a subir a casa cuando vi que alguien me seguía. Iba de negro, así que por el rabillo del ojo no pude distinguir quién era. Tampoco me quise girar, porque supuse que serías tú. Pero, para mi sorpresa, me encontré con Jack. Nos saludamos, subimos al ascensor. Y... entonces... me dijo... si quería besarlo. No me soltó un discurso. Simplemente... me lo pidió.
Me quedo sin habla.
Rose.
Jack.
Y yo, metida de lleno en un triángulo amoroso.
<<¡Disimula! ¡Rápido! ¡Antes de que se note!>>, me insto.
Me muerdo el labio inferior.
No estoy enfadada... pero sé perfectamente que la tristeza pronto será sustituida por la ira.
-¡Oh, Dios mío! ¿Qué le contestaste? -pregunto, poniéndome la máscara de ignorante adolescente.
-Que...
Se queda unos segundos en silencio, meditando. No estoy segura de si es tan cruel como para crear esa pausa para herirme, mas el corazón me dice que sí. Pero admito que parte de la culpa es mía por disimular sentir algo que no es real.
-¡Dilo!
-No. Le dije que no.
El ritmo de mi pulso se desboca. El aire se escapa suavemente entre mis labios, en un suspiro que no es capaz de mostrar lo que noto en este momento.
-¿Por qué? -digo, los ojos desmesuradamente abiertos sin mirar a ningún lado.
-¿A qué te refieres?
Inspiro profundamente, controlándome.
-Me refiero a por qué le negaste el beso.
Un silencio incómodo ocupa el lugar de las palabra arrastradas por el viento.
Me imagino cómo se tornaría la situación si esto fuera uno de mis escritos. Ahora Rose diría: <<porque prefería dejártelo a ti, Anne. Porque ese beso no es para mí>>. Y yo le daría las gracias, y la abrazaría, y todo sería como en un cuento de hadas.
Pero, por desgracia, la vida real no es así.
-No lo sé, en realidad. Supongo que pensé que no era la hora de atarme a alguien. Pero...
-Te sigue gustando.
-No lo sé.
Tengo ganas de llorar, de gritar, de ir a por Jack y abofetear sus rosadas mejillas. Estoy triste. Histérica. Furiosa. Conmigo misma, con ellos, con el mundo. ¿Cómo he caído tan bajo? ¿De qué modo he podido amar a alguien así? Qué ingenua. Ser atrapada por las redes del chico malo, dejarme hechizar por sus ojos; sus irritantes, aborrecibles y bellos ojos. Nunca imaginé que la persona que un día me devolvió a la vida tendría años después el poder de quitármela a su antojo.
-Bueno... ¿estás bien?
-Más bien sorprendida, diría yo -respondo, con los ojos muy abiertos-. Oye, ¿nos vamos al Banco de la Risa? -cambio de tema, refiriéndome a nuestro lugar compartido en el que jamás cesamos de reír.
Sin embargo, al llegar allí en mi rostro no queda un ápice de alegría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario