Pero, cielos, ¿y esos ojos verdes?
Todos los que lo conocen coinciden en lo mismo: son los más hermosos que han visto en su vida. La belleza de éstos es innegable, cierto, mas no es normal. Tienen algo... extraño. Exótico. Quizás... las pequeñas pero eléctricas chispas que los salpican de tonos celestes y plateados, o puede que la fantasía de ver en ese transparente pozo tu reflejo a la perfección, o sus atrayentes pupilas, cuando una se contrae y la otra se dilata hasta cubrir casi por completo el iris... ¿quién sabe? Sencillamente, su mirada penetrante, la que me había atraído desde el primer día en que lo conocí hacen ya casi ocho años, le da un toque de misterio y atracción difíciles de resistir.
<<¿Por qué tiene que ser tan... imperfectamente perfecto?>>, me debato conmigo misma.
<<Porque te gusto>>, responde una voz que no es la mía en mi cabeza. Un timbre masculino,de voz suave, sedosa. Oh, no. Otra vez no.
<<¡Vete a freír espárragos!>>, le "grito" en mi interior.
Como si me hubiera estado escuchando (sé que es así, pero seguro que no lo admitirá jamás), tuerce el gesto en una falsa expresión dolida, que nadie salvo yo puede observar.
En medio de esta pelea mental, el resto del mundo sigue expectante por descubrir su respuesta, y en menos de un segundo volvemos a nuestros papeles.
-¡Anda ya! Te vas a ir tú con ella, ¿no, Jack? Sí, hombre. Anne es más amiga mía, ¿a que sí? -me pregunta Elizabeth, intentando sacarme del apuro.
Respondo con una sonrisa nerviosa, como siempre.
Realmente Elizabeth y yo no somos lo que se dice "amigas", pero sí unas... "buenas conocidas". Ella no tiene mi misma edad, es algo mayor, pero no sé exáctamente cuánto. Es alta, muy delgada, de cabellos oscuros y ojos marrones. Ése último es el único rago que no comparte con su hermano.
Jack.
El semáforo se pone en verde, gracias a Dios. Cruzo el paso de peatones a trompicones, con el brazo de Elizabeth sobre mis hombros. Katy parece no entender nada. No es que no me fie de ella... simplemente no le he confesado mis sentimientos hacia "cierta persona" porque no me imagino su reacción. Y lo de Elizabeth... fue lo más embarazoso que me ha ocurrido jamás.
Recuerdo esa tarde de primavera, en la que todo el mundo bajaba al patio del centro de nuestros pisos.
Todos... menos él (sí, es mi vecino, aunque no te lo creas).
Su hermana tiene por costumbre pasarse las estaciones cálidas en su florecido y exuberante jardín, afición que sinceramente, he llegado a odiar.
Y ahora, señoras y señores, he aquí a la primera persona responsable de mi desastre de vida sentimental.
Se llama Alice. Y es una de las de mi secta.
Resulta que, tan ocupada estaba ella espiando a nuestras aborrecibles vecinas, que no se había percatado de que faltaba algo. O, mejor dicho, alguien.
-Alice, ¿qué te parece si averiguamos si Ojos Verdes está aquí? -le pregunté, refiriéndome a Jack con su apodo recientemente puesto. Esta oración fue la causante de todo el horror que después se avecinaría, y la prueba de que fui yo la que empecé a destruirme la reputación.
-¡Oh, es verdad!
-Pero... disimuladamente, ¿de acuerdo?
Si hay algo que he aprendido y a base de bien a lo largo de mi vida, es que cuando le dices a alguien que mire disimuladamente, te dirá que lo entiende. Ah, pero otra cosa, y muy diferente, como es obvio, es que lo haga realmente. Entonces, se produce ese curioso instante en que los dos componentes del Disimulo se miran aterrados entre ellos y empiezan a gesticular exageradamente con la boca.
Bueno, resulta que eso mismo es lo que ocurrió.
-¡No está, no está! -me susurró.
Me mantuve en silencio, intentando hacerla callar.
-¿Quién no está? -preguntó Elizabeth, lo que se dice literalmente saliendo de la nada.
¡Dios! ¡Pero cómo había sido capaz de escucharlo! ¡Si era imposible!
-¡Nadie! -respondimos Alice y yo al unísono.
-Anda, venga, que sabéis que yo aquí me conozco a todo el personal... -añadió, poniendo cara de cachorrito.
Otra de las muchas cosas que he aprendido por experiencia propia es a no fiarte nunca de las caras de cahorrito, pero a saber ponerla tú.
-Pues... buscábamos a tu hermano -dijo mi "fiel" amiga, alegremente.
¿Pero qué...? ¿Hola? ¿Ésto qué era? ¿Una conspiración contra mí o...?
-Ah, está en casa, hoy no ha bajado. ¿Por qué lo buscabais?
-¡Por nada! -casi gritamos.
-¿En serio? -dijo, tan perspicaz como su avispado hermano.
-Bueno, sí... cosas suyas... -añadió Alice, mirándome con una chispa maliciosa en los ojos.
A esto le llamo yo gente de confianza.
Sonreí, y estuve segura de que dos pequeños hoyuelos habían aparecido en mis mejillas encendidas. Me ocurre con las sonrisas falsas. <<Alice, en cuanto te pille te mato>>, intenté transmitirle mentalmente, y con un codazo.
-Ah... -exclamó Elizabeth elevando las cejas, un gesto con el que parecía una copia exacta de Jack -. Pues... ¡por mí no hay problema! Es más, serías una estupenda cuñada, mi hermano me ha hablado muy bien de ti: la empollona, ¿eh? Aunque, según él,eres un poco callada...Pero, en serio, Jake no merece la pena.
-Sí, lo sé -dije. Agradecí que con el tiempo y mis circunstancias hubiera aprendido a mentir bien.
Alice, mientras tanto, se partía de risa.
En cuanto Elizabeth se fue, le pegué a mi amiga sus muy merecidas dos tortas.
-¿Tú eres tonta? -le chillé, riéndome.
-¡Cuñada! ¡Cuñada! -repetía sin cesar- ¿Me dejas que te organice la boda? -bromeó, a sabiendas de que la idea de casarme y tener hijos me repugnaba.
Fue tal mi mirada de odio que sus carcajadas fueron en aumento.
-¿En serio ha dicho eso? ¿Lo de "una buena cuñada"?
-¡¿Que si lo ha dicho?! Tía, lo tuyo es muy fuerte.
-Lo es -le aseguré -. Y más por tu culpa.
En ese momento me vi incapaz de creer lo que me había pasado. No fue hasta esa noche cuando me entró el ataque de nervios. <<¿Y si se enteran sus padres? ¿O él? ¿Y si ya nada puede volver a ser como antes?>>.
Preguntas que ni siquiera ahora puedo responder.
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