31 de octubre, siete y media de la tarde.
Halloween ha llegado.
Las chicas, con los nervios a flor de piel; los chicos, buscando una excusa para atiborrarse de caramelos.
-Vamos -me apremia mi hermano, vestido de... bueno... digamos que no sé de qué va vestido; según él, de esqueleto.
Aprieto las oscuras cintas de la delicada máscara veneciana alrededor de mi cabeza.
En el espejo se reflejan los rojizos encajes del disfraz, el cinturón negro, el cuello carmín curvado ligeramente hacia fuera; los altos zapatos de tacón de aguja, el roto de la falda de terciopelo, que deja entrever unas piernas morenas, no precisamente las que habría de tener una vampiresa.
Sonrío al cristal con unos labios de sangre; se han alzado mis pómulos, mis ojos castaños se han transformado en dos alegres rendijas tras el antifaz negro decorado con minúscula purpurina.
Es perfecto.
Todo.
-Adiós -me despido de mis padres, mientras mi hermano me lleva a rastras hacia el ascensor.
Llegamos al portal.
Escuchamos.
La calle se mantiene en absoluto silencio, roto quizá por el maullido de un gato, como si estuviera preparándose para el bullicio que no se hará esperar esta noche.
Comienzo a llamar a Claire, ya que Leslie y Alice han salido de la ciudad para pasar este Halloween en sus pueblos.
-¿Sí? -contesta Claire.
-¿Vas a venir a la fiesta de las Azaleas?
-Es posible... no sé... tendría que preguntárselo a mi madre...
Bufo, ya que lo único en lo que he estado pensando estos dos días ha sido en Halloween, y Claire parece que ni se ha inmutado.
-¡Pues corre!
Por el telefonillo se escuchan los sonidos entrecortados de la conversación de mi amiga con su madre, que pregunta si habrá padres en el jardín. Claire asiente, se hace el silencio.
-Creo que puedo ir.
-¿Tienes disfraz? -pregunto.
-No, se está lavando...
-Bueno, es igual -la corto. Más tarde me daré cuenta de mi gran comportamiento egoísta en este momento.
-Ahora voy.
Mi amiga no tarda en llegar.
-Qué guapa -me dice-. Pareces una vampiresa, ¿te acuerdas cuando me creía que lo eras?
-Eh... eso fue hace tres días -río-. No creo que sea tanto tiempo.
-No entremos en detalles.
Mike se entretiene dándole a su pelota roja contra la pared.
-¿Vamos a por Rose? -pregunta.
Me detengo un instante, cavilando.
-Está bien...
Por suerte, Claire no capta el deje enfadado de mi voz.
-¿Diga?
-Es tu fiesta, ¿recuerdas? ¿Es que no piensas acudir? -digo.
-¿Quién es?
-Anne Dyer. Cuánto tiempo sin vernos.
-No puedo ir. Me voy con mi prima -contesta, tajante.
Siento cómo mi corazón se va llenando de felicidad paulatinamente, pero disimular es lo más importante.
-¿Y no vas a dejar que te veamos, al menos? -continúo.
-De acuerdo, pero este año no me he podido esmerar mucho con mi traje.
La espera hace que crezca en mi interior una oscura felicidad.
Sonrío, tal y como lo haría la mala de una película antigua.
Pero, esta noche, qué más da que interprete otro papel.
Hoy, no por primera vez, quiero hacer de mala.
Rose llega, ataviada con un vestido negro y un gorro de bruja.
Se sonroja.
-¡Hola! -la saludo alegremente.
-Eh -responde-, bueno, ya me habéis visto. ¿Me puedo ir de una vez?
-Está bien -dice Claire, confusa.
-¡Que te lo pases bien! -le grito.
Me doy la vuelta.
-Y ahora, ¿qué hacemos? -me pregunta mi hermano.
-Pues... esperar. Solo quedan diez minutos.
Pero Claire se aburre, así que nos ponemos a dar vueltas alrededor de la manzana, hasta que unos gritos en la lejanía dan comienzo a la fiesta.
-¡Buh! -grita John, el amigo de Mike, saltando sobre mi espalda y agarrándome los hombros.
-¡Ah! -chillo, y puedo asegurar que no lo he hecho a propósito para que el chiquillo no se lleve una desilusión.
John ríe, divertido.
En su rostro una sonrisa cadavérica pintada con cosméticos muestra parte de sus dientes blancos.
-Oye, ¿cuándo baja la gente? -pregunta Claire.
-Habíamos quedado en cinco minutos, pero sería mejor que los fuéramos llamando.
-¿Piso y letra? -digo, aunque me los sé todos de memoria.
-Puedes ir a llamando a Harry, a Jane, a Miles, a Elizabeth y a Jack...
Claire me lanza una mirada divertida.
-Eh... creo que empezaré por Jane, y... los otros que vengan después.
Pero al cabo de un cuarto de hora nadie ha acudido a hacernos compañía.
-Llama a Elizabeth, anda -me apremia John.
-Llámala tú.
-¿Por?
-Porque... tú vives en el bloque de al lado.
-Tú también.
-Pero tú estás dentro de las Azaleas, y yo no.
Mis ojos se achinan triunfalmente.
-Está bien...
-¿Sí? -suena una voz entrecortada en el porterillo, que no se me antoja desconocida.
-Soy John. ¿Vienen a la fiesta Jack y Elizabeth?
-Un momento. Ahora le digo al señorito que responda al telefonillo.
El señorito contesta en menos de dos segundos.
Sospechoso.
-Dígamelo.
Todos reímos, y el señorito calla.
-Jack, bájate.
-Estoy terminando de arreglarme.
-¿De qué vas a ir? -pregunta Claire, atrevida.
-Ya veréis -responde.
-Sorpréndenos -murmuro, en voz tan baja que no lo puede escuchar nadie.
Cuelga.
Halloween ha llegado.
Las chicas, con los nervios a flor de piel; los chicos, buscando una excusa para atiborrarse de caramelos.
-Vamos -me apremia mi hermano, vestido de... bueno... digamos que no sé de qué va vestido; según él, de esqueleto.
Aprieto las oscuras cintas de la delicada máscara veneciana alrededor de mi cabeza.
En el espejo se reflejan los rojizos encajes del disfraz, el cinturón negro, el cuello carmín curvado ligeramente hacia fuera; los altos zapatos de tacón de aguja, el roto de la falda de terciopelo, que deja entrever unas piernas morenas, no precisamente las que habría de tener una vampiresa.
Sonrío al cristal con unos labios de sangre; se han alzado mis pómulos, mis ojos castaños se han transformado en dos alegres rendijas tras el antifaz negro decorado con minúscula purpurina.
Es perfecto.
Todo.
-Adiós -me despido de mis padres, mientras mi hermano me lleva a rastras hacia el ascensor.
Llegamos al portal.
Escuchamos.
La calle se mantiene en absoluto silencio, roto quizá por el maullido de un gato, como si estuviera preparándose para el bullicio que no se hará esperar esta noche.
Comienzo a llamar a Claire, ya que Leslie y Alice han salido de la ciudad para pasar este Halloween en sus pueblos.
-¿Sí? -contesta Claire.
-¿Vas a venir a la fiesta de las Azaleas?
-Es posible... no sé... tendría que preguntárselo a mi madre...
Bufo, ya que lo único en lo que he estado pensando estos dos días ha sido en Halloween, y Claire parece que ni se ha inmutado.
-¡Pues corre!
Por el telefonillo se escuchan los sonidos entrecortados de la conversación de mi amiga con su madre, que pregunta si habrá padres en el jardín. Claire asiente, se hace el silencio.
-Creo que puedo ir.
-¿Tienes disfraz? -pregunto.
-No, se está lavando...
-Bueno, es igual -la corto. Más tarde me daré cuenta de mi gran comportamiento egoísta en este momento.
-Ahora voy.
Mi amiga no tarda en llegar.
-Qué guapa -me dice-. Pareces una vampiresa, ¿te acuerdas cuando me creía que lo eras?
-Eh... eso fue hace tres días -río-. No creo que sea tanto tiempo.
-No entremos en detalles.
Mike se entretiene dándole a su pelota roja contra la pared.
-¿Vamos a por Rose? -pregunta.
Me detengo un instante, cavilando.
-Está bien...
Por suerte, Claire no capta el deje enfadado de mi voz.
-¿Diga?
-Es tu fiesta, ¿recuerdas? ¿Es que no piensas acudir? -digo.
-¿Quién es?
-Anne Dyer. Cuánto tiempo sin vernos.
-No puedo ir. Me voy con mi prima -contesta, tajante.
Siento cómo mi corazón se va llenando de felicidad paulatinamente, pero disimular es lo más importante.
-¿Y no vas a dejar que te veamos, al menos? -continúo.
-De acuerdo, pero este año no me he podido esmerar mucho con mi traje.
La espera hace que crezca en mi interior una oscura felicidad.
Sonrío, tal y como lo haría la mala de una película antigua.
Pero, esta noche, qué más da que interprete otro papel.
Hoy, no por primera vez, quiero hacer de mala.
Rose llega, ataviada con un vestido negro y un gorro de bruja.
Se sonroja.
-¡Hola! -la saludo alegremente.
-Eh -responde-, bueno, ya me habéis visto. ¿Me puedo ir de una vez?
-Está bien -dice Claire, confusa.
-¡Que te lo pases bien! -le grito.
Me doy la vuelta.
-Y ahora, ¿qué hacemos? -me pregunta mi hermano.
-Pues... esperar. Solo quedan diez minutos.
Pero Claire se aburre, así que nos ponemos a dar vueltas alrededor de la manzana, hasta que unos gritos en la lejanía dan comienzo a la fiesta.
-¡Buh! -grita John, el amigo de Mike, saltando sobre mi espalda y agarrándome los hombros.
-¡Ah! -chillo, y puedo asegurar que no lo he hecho a propósito para que el chiquillo no se lleve una desilusión.
John ríe, divertido.
En su rostro una sonrisa cadavérica pintada con cosméticos muestra parte de sus dientes blancos.
-Oye, ¿cuándo baja la gente? -pregunta Claire.
-Habíamos quedado en cinco minutos, pero sería mejor que los fuéramos llamando.
-¿Piso y letra? -digo, aunque me los sé todos de memoria.
-Puedes ir a llamando a Harry, a Jane, a Miles, a Elizabeth y a Jack...
Claire me lanza una mirada divertida.
-Eh... creo que empezaré por Jane, y... los otros que vengan después.
Pero al cabo de un cuarto de hora nadie ha acudido a hacernos compañía.
-Llama a Elizabeth, anda -me apremia John.
-Llámala tú.
-¿Por?
-Porque... tú vives en el bloque de al lado.
-Tú también.
-Pero tú estás dentro de las Azaleas, y yo no.
Mis ojos se achinan triunfalmente.
-Está bien...
-¿Sí? -suena una voz entrecortada en el porterillo, que no se me antoja desconocida.
-Soy John. ¿Vienen a la fiesta Jack y Elizabeth?
-Un momento. Ahora le digo al señorito que responda al telefonillo.
El señorito contesta en menos de dos segundos.
Sospechoso.
-Dígamelo.
Todos reímos, y el señorito calla.
-Jack, bájate.
-Estoy terminando de arreglarme.
-¿De qué vas a ir? -pregunta Claire, atrevida.
-Ya veréis -responde.
-Sorpréndenos -murmuro, en voz tan baja que no lo puede escuchar nadie.
Cuelga.
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