sábado, 2 de julio de 2011

Capítulo 10.

Siempre me han dicho que fingir es de personas falsas, que viven de la mentira, que se alimentan de la infenuidad de sus víctimas. Cuyas existencias son de por sí un engaño.
Yo pertenezco a este grupo.
Pero al menos sé que en ciertas ocasiones la verdad no es la mejor opción.
Mientras la escandalosa risa de Rose resuena en mis oídos, suelto cada pocos segundos grandes carcajadas que, espero, parezcan verdaderas.
El mundo pasa ante mí a cámara lenta, los colores se difuminan, el sonido se va perdiendo, paso a paso, entre las hojas caducas de los otoñales árboles. Los celos se abren camino en mi interior, me oprimen el pecho, laceran mi rostro.
Mas miento, y sonrío, deseando que mi compañera regrese a casa y me deje en paz, con mi orgullo dolido, con mi hermosa soledad.
Claire, Leslie, Rose y yo salimos fuera de nuestro patio. Saludamos a la gente que nos encontramos, y mi pequeña amiga me aparta a un lado. Acerca su cabeza a mi oreja, y murmura:
-Escucha bien lo que te tengo que decir. Necesito que me acompañes a casa.
Vaya, esto me pilla... desprevenida.
-¿Puedo preguntar por qué? -objeto.
-No se te ocurra separarte de mí. Jack está ahí fuera. Lo he visto, me está esperando. No se cansará hasta que acepte su beso.
No hace falta que lo jure, soy consciente de que el chico es realmente obstinado.
-Si es así... en ese caso, de acuerdo. Te acompañaré.
Oculto bajo mis pupilas el terror, la ira y los celos que me embargan en este momento. Solo espero que mis sentimientos no vayan a más.
-¡Gracias! -suspira.
Miro el reloj, que marca las nueve y cuarto.
Hora de irse.
Acto seguido, poso la vista en el hueco entre dos viejos matorrales, lo que me permite ver el exterior.
Las calles se han tornado oscuras, únicamente la débil y amarillenta luz de una oxidada farola alumbra los árboles. El patio posee un aspecto fantasmagórico, sin niños, sin risas, sin juegos, sin gente que alegre el mundo.
Excepto la oscura figura que se apoya en la puerta de las Azaleas, sujetándola, aguardando a su amada.
Se me cae el alma a los pies.
¿Cómo es posible?
Observo el monótono ritmo con el que Jack golpea el suelo, impaciente, pero sin abandonar su puesto.
-Ahora -dice Rose, y prácticamente me arrastra fuera del alcance de la vista del joven.
Y corremos.
Saltamos la valla de mi puerta, alcanzamos su porterillo, abrimos el portón.
Estoy dentro de las Azaleas.
-¡Rápido!
Voy tan rápido que el suelo se me vuelve borroso, aunque, claro, quizá sea por las lágrimas que anegan mis ojos.
-Hasta arriba.
-No, no puedo, ya es tarde -respondo, reacia a seguirle aún más el juego.
-Sí, claro que puedes, lo que pasa es que no quieres porque lo único que da vueltas en tu cabeza en este momento es que la decisión de besar a Jack haya estado en mis manos, y no en las tuyas.
Rechino los dientes, la mandíbula contraída, los párpados fuertemente cerrados como si de esa manera pudiera despertar de la pesadilla en la que estoy viviendo.
-No tienes ni idea.
-O subes, o le diré a Jack que cierta persona está por él desde que tenía doce añitos -me amenaza, con una maldad femenina en la voz que nunca antes había percibido en ella.
-Rose...
-Te advierto, cumplo mis promesas. Acompáñame -me insta, sonriendo perversamente.
-Me reñirán.
-¿Tengo que repetirlo? Si no subes...
-¡He dicho que no! -grito, sacando de mi interior una potente presencia que jamás imaginé que tuviera realmente.
Las lágrimas resbalan cálidas sobre mi tez.
Ella parece sorprendida.
-¿Ah, no? -se recompone-. Está bien. Tú lo has querido. ¡Jack! -exclama, y el aludido suelta la puerta que sujetaba para dirigirse hacia nosotras.
La incomprensión se dibuja en sus facciones cuando me ve llorar.
Rápidamente, utilizo la manga de mi camisa para limpiar mis ojos.
-Anne... ¿no querías decirle algo?
Callo, expectante.
¿Se atreverá?
-Vamos. Díselo, o yo misma...
-No creo que haga falta.
Mi respuesta la deja asombrada.
Pero ya está.
Lo he dicho, lo he admitido.
Desde finales de verano, Jack Blackwood sabe que lo amo.
Como yo sé que no soy correspondida.
-¿Qué? -suelta Rose, con un tic nervioso en el párpado inferior derecho- Él... tú... vaya, Anne... qué valiente por tu parte -agrega, juntando las piezas del puzle, con un deje irónico en la voz.
No la reconozco.
-Atreverte a decirle al chico que te gusta que lo quieres. Declararte. Y dime, ¿fue en persona, por mensaje? Sí, supongo que lo segundo, no tienes suficiente valor como para decir las cosas a la cara.
-Basta.
Jack se mete en la discusión repentinamente.
Mis mejillas arden de dolor, de vergüenza, de furia, de tristeza.
-Esto no quedará así, eres consciente de ello, ¿verdad?
Rose se dirige hacia el ascensor, con Jack a sus espaldas.
Él me dedica una leve sonrisa, que decido interpretar como disculpa, mientras me dejan sola, asustada e indefensa en un mundo desconocido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario