sábado, 2 de julio de 2011

Capítulo 6.

Jack pasa a mi lado como una exhalación, deteniéndose el tiempo exacto para acelerar mi pulso.
<<Te odio>>, pienso, a sabiendas de que es falso.
¿Por qué me hace sufrir así? ¿Tanto le he molestado?
Noto en ese momento cómo mi corazón se contrae, y dejo escapar un suspiro audible de tristeza. Entonces...
Su mano se posa suavemente sobre mi mesa, a menos de cinco centímetros de mi palma extendida. Sus dedos finos están a punto de tocar los míos, largos y estilizados de tocar el piano, acabados en uñas blancas.
Contengo la respiración.
No levanto la vista hacia su rostro, supongo que solo ha sido una equivocación, que no importa, como siempre.
Sus yemas trazan espirales en la madera elegantemente, parando de moverse cuando me roza. Un escalofrío me recorre, llenándome de energía contenida. El siseo del contacto me produce cosquillas en las muñecas, dado que, a pesar de que él me gusta hace más de siete años, nunca lo he tocado. Nada. Ni un poquito.
Alzo los ojos para ver su expresión, que mira fijamente hacia sus manos, cálidas, y las mías, gélidas como el hielo. Y esa sonrisa pícara que tanto adoro vuelve a dibujarse en sus facciones aniñadas.
Avanza sigilosamente a lo largo del pasillo, sin hacer ruido.
Sí, desde luego, esto me ha dejado sorprendida. ¿A qué juega? He de admitir que sabe a la perfección cómo manejarme, decidiendo quebrar o reconstruir los pedazos de mi corazón partido gracias a él, aunque éstos a veces se muestren reacios a obedecer a alguien realmente detestable.
Pero a quien amo.
Y... quizá... quizá algún día tengamos la oportunidad de volver a empezar de nuevo. No puede ser tan complicado... ¿verdad?
* * *
Ya vamos por la mitad de las clases.
Nuestra profesora de Lengua (mi vecina de puerta, aunque no lo creas, porque sé que es difícil de asumir) tiene que llegar a clase, pero tardará unos cinco minutos, como siempre, que aprovecho para estudiar. Me dedico a repasar el examen del lunes de Sociales, y eso parece atraer la atención de la gente.
Alguien me cierra el libro en la cara, sorprendiéndome.
-¿Perdón? -digo, sin comprender.
Frente a mí se halla Lissa Smith, la chica más popular de mi curso. Es morena, de ojos tan oscuros que cuesta distinguir la pupila, con la espalda encorvada, andares desgarbados a los que no encuentro mucha elegancia, y con una tendencia continua a nombrar el órgano reproductor masculino. Sinceramente, creo que esa es la causa de su popularidad entre los muchachos. Y no es por ofender.
Bueno, sí, un poco sí.
Se puede decir que entre nosotras siempre ha existido una cierta distancia, pero sin rozar la hostilidad. Claro está, hay un razonamiento lógico para esto.
Que ella es una de las "guays", y yo soy una friki-empollona.
Ya ves, la historia de mi vida resumida en una única línea.
¿Penoso? Qué va.
-No estudies, no te hace falta, ¿no?
Intento responder con una sonrisa forzada.
-Bueno, a todo el mundo le hace falta, no soy una excepción.
Intento volver a abrir el libro, que aferra con fuerza entre sus uñas mordidas y mal pintadas, hasta que desiste, y añade:
-En fin, sigue empollando, que es lo único que sabes hacer bien.
La ignoro, y busco la página en la que me he quedado.
<<Los Reyes Católicos financiaron la expedición de Colón...>>
Me cuesta concentrarme con todos los inútiles que se han acomodado a mi lado, y que se dedican a pegarse tortas en el trasero y a gritar, y más aún con la figura de negro que ha tomado asiento sobre mi mesa.
<<Capitulaciones de Santa Fe, año...>>
-¿Estudiando, tú? Qué raro -me dice, y no me hace falta mirar su rostro para saber que Jack está sonriendo. Lo noto en su voz.
No contesto, pero le correspondo con una sonrisa resignada propia en mí.

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