Los niños corren, juegan, se pelean, son tan inocentes que las decisiones "difíciles" las arreglan con un "piedra, papel o tijera".
Mientras que lo que la niña extraña espera es que su madre se ponga bien.
Que su abuela vuelva a la vida.
Y los envidia.
Envidia a ese chica de ahí, brincando entre los mayores; a ese jovencito que le da enérgicas patadas al balón; al muchacho de la esquina, que mira, que observa con unos ojos inusualmente curiosos para su edad, pero no participa.
El deseo de ser como los demás la recorre de arriba a abajo, quiebra su corazón, hace que las lágrimas salgan a borbotones y manchen la colcha oscura.
Llora.
Pero se controla, ha de ser fuerte, para un mejor futuro.
Posa la vista en el callado chico del rincón. Él, como si percibiera el peso de su mirada, vuelve su infantil rostro hacia la ventana de la niña que solloza.
Los iris del niño son del color que ella siempre deseó tener, y se pierde en su mirada esmeralda.
Sus pupilas cesan de derramar lágrimas.
Y se sonríen levemente, en la lejanía, dos extraños compartiendo un mismo pensamiento.
-¡Jack!
La chiquilla de los rizos oscuros atrae la atención de él, que le da la espalda a la niña de la ventana.
La comisura izquierda de la inquieta joven se alza casi imperceptiblemente, satisfecha, pero lo justo como que para su tímida rival se percate de ello.
La personita tras el cristal llora, si cabe, más amargamente.
Despierto.
Me froto la cara con las manos, y las lágrimas de un sueño no muy lejano a la realidad humedecen mis mejillas.
Aquí estoy, como hace cinco años.
Deprimida, hundida en mi desesperación, siguiendo cada uno de los movimientos de alguien que no me ama, traicionada por una de mis mejores amigas, sin abuela, con una madre a la que todavía no le han dado el alta.
Sufriendo.
Me levanto en silencio, camino hacia el baño, me dispongo a tomar una ducha caliente.
Pienso.
Pienso en los motivos de mi sufrimiento, si realmente son tan malos, si no soy yo la que exagera.
Pienso en todo lo que tengo, en los beneficios de la existencia, en mi antigua alegría de vivir.
Y recapacito.
¿No estoy siendo estúpida?
¿No estoy cavando mi propio agujero de melancolía?
¿No estoy muriendo por dentro, rompiéndome poco a poco, dolorosamente, hasta que ya no me quede nada?
Vacía.
Vacía.
Puedo quedarme vacía, sin vida, sin razón de ser, un alma gris sin sentido entre todas las demás.
Igual que todas las demás.
¿Qué hay de malo en ser distinta?
¿Me rechazarán?
Sí.
¿Me aborrecerán?
Sí.
¿Podrán odiarme con toda su alma?
Sí.
Pero, ¿eso afectará a mi felicidad?
No.
Solo una palabra.
Que puede cambiarlo todo.
Los rayos de un sol naciente atraviesan la manoseada ventana de mi habitación.
Y sonrío.
Me siento fuerte.
Más fuerte que ayer.
Más fuerte que nunca.
Ahora mismo, el mundo está en mis manos.
Pongo un pie en el suelo, el derecho, para empezar bien el día.
Son las doce y media de la mañana, he dormido más de once horas.
Y estoy como nueva.
La radio suena a todo volumen con la voz de Britney Spears, cantando Stronger.
Stronger than yesterday
Now it´s nothing but my way
My loneliness ain´t killing me no more
I am stronger
That I ever thought I could be, baby
I used to go with the flow
Didn´t care about me
You might think that I can´t take it, but you´re wrong
`Cause now I´m...
Now it´s nothing but my way
My loneliness ain´t killing me no more
I am stronger
That I ever thought I could be, baby
I used to go with the flow
Didn´t care about me
You might think that I can´t take it, but you´re wrong
`Cause now I´m...
Pero me da igual.
Porque acabo de renacer.
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